lunes, octubre 23, 2006

Ciclo BIODRAMA: Barrocos retratos de una papa

OBRAS DE TEATRO / EL BIODRAMA, LO NUEV0 EN EL ESCENARIO

EXCESO DE REALIDAD

Por Ana Durán (Revista 3 Puntos - NRO. 255, 16/05/2002)

Frente a la abundancia de ficción y a un presente que se cuela por las butacas -el país que somos desde diciembre último-, el teatro nacional asiste a una nueva tendencia de la mano de Vivi Tellas. Barrocos retratos de una papa, la primera producción de este proyecto, se basa en la vida de una pintora. En este caso, toda semejanza con la realidad no es pura coincidencia: es intencional.
Un hombre, que parece no estar del todo en sus cabales, se presenta a sí mismo como un museo viviente. "Usted está participando de una memoria viva. De la mano de su protagonista. Leída y afirmada por él mismo", es la consigna del director Federico León. Corre el año 1998 y el marco es el Proyecto Museos del Centro de Experimentación Teatral que dirige Viviana Tellas.
Éste no es un dato más. Porque el hombre, Miguel Ángel Boezzio, cuenta desordenadamente cosas de su vida como ex combatiente de Malvinas, sus recuerdos de la infancia (todos hechos que documenta con fotos, certificados diversos y notas periodísticas), su paso por La colifata, el programa radial de los internos del Borda. La pequeña grey de público de teatro sabe que Boezzio no es actor, aunque haya estudiado con Norman Briski (con certificados que así lo demuestran) y algunos de sus ex compañeros de curso estén presentes. Comienza el nerviosismo en la sala. Algunos -entre los que figuran reconocidos directores de teatro- se levantan y se van. Terminada la función, Boezzio sale a saludar. Sólo que en su desplazamiento se lleva el Museo a la vereda porque Boezzio no "hace de": es.

Antecedente de locos 

Si la historia se compone de pequeñas anécdotas de las que casi no se habla, ésta podría ser el detonante que más hizo pensar en Buenos Aires en las implicancias que surgen de poner en fricción al teatro con la realidad. Por supuesto que hubo antecedentes desde Calderón hasta Pirandello, pero en cuanto al teatro dentro del teatro. Hoy y aquí, como en oleajes cíclicos, la realidad golpea una vez más a todas las disciplinas del arte y espera que la puerta se abra de par en par. Y para seguir asistiendo a una sala resulta imprescindible cuestionarse qué teatro resiste ser visto en Argentina después del 20 de diciembre pasado.
La respuesta es que algo se estaba gestando de la mano de Norman Briski y su hiperrealismo, de Federico León, Luciano Suardi, el Periférico de Objetos (especialmente en Zooedipous), Beatriz Catani, Gabriela Izcovich y últimamente Rafael Spregelburd, Javier Daulte y Alejandro Tantanian. Objetos reales en escena (una gallina o un perro, por ejemplo), mujeres que orinan en un frasco, mocos que impiden hablar o una cena con comida real (como en las buenas épocas del teatro de living). Tal vez haya una diferencia de gradación entre el churrasco que cocina María José Gabín en Una cabeza bajo el agua, de Briski (1992), y el nivel de verdad con el que arriesgan su cuerpo los actores de Mujeres soñaron caballos, de Daniel Veronese. Pero lo cierto es que "lo real" llegó para quedarse decidido a buscar las infinitas combinaciones posibles que el artificio del teatro permita. Como respuesta a un exceso de abstracción y de metáfora o porque, contrariamente a las predicciones del hombre encerrado en un mundo en el que todo se podía satisfacer con una computadora conectada a internet, la realidad golpea bajo y duro.

Doña Mildred 

El coqueto Teatro Sarmiento cambió su funcionamiento para incomodar, tal como suele suceder con el teatro experimental. Allí acaba de estrenarse Barrocos retratos de una papa, creación colectiva que dirige Analía Couceyro sobre la vida de la artista plástica Mildred Burton.
Pero durante su último ensayo general -cuando se registró este reportaje- las casualidades quisieron que Mildred estuviera presente por triplicado: su espalda se reproducía en una pantalla de video y la actriz Mirta Bogdasarian la representaba en la escena mientras ella observaba en semipenumbras desde la platea.
"Hoy es un día muy particular -explica Analía Couceyro- porque es la primera vez que Mildred asiste a un ensayo. Comentó que en el escenario aparecieron situaciones que le habían ocurrido y que, sin embargo, no nos había contado. Para ella fue como si hubiéramos adivinado esas anécdotas porque pudimos comprender el devenir lógico de algunos acontecimientos de su vida."
Mildred es una mujer mayor con ojos celestes casi cristalinos que traslucen melancolía y una fuerza ahora mansa, pero que debió ser tornado en algún momento. Parece mentira que esa señora pequeña haya tolerado los golpes de un marido con quien la casaron cuando tenía apenas 15 años; aquella que cantó en El Dragón Rojo junto a Bárbara y Dick, y obtuvo decenas de premios y reconocimientos de pintura.
"La principal dificultad del trabajo fue encontrar a la persona que sería mi referente creativo. El procedimiento de trabajo tuvo mucho que ver con que no tenía un tiempo acotado para hacer el proyecto. Por eso me vi obligada a poner fechas tope para los diferentes pasos que tenía que seguir. Me propuse decidir quién sería en un mes. Marqué límites arbitrarios como que sería una mujer porque ya tenía elegida la actriz, no se trataría de una persona pública (para que la gente no tuviera preconceptos), y su profesión sería pintora o escritora. Elegí a Mildred Burton porque había visto parte de su obra, había leído notas de ella en los diarios y una amiga me había contado que en una época cantaba en El Dragón Rojo. Y eso me pareció una combinación interesante. Fuimos a la primera entrevista y nos atrapó de entrada. Mildred vive en La Boca, en un lugar muy marginal. Un día fuimos a la casa y nos contó que los vecinos le habían regalado unos Puré Cica que habían traído de los saqueos, por ejemplo. Ella tiene mucho contacto con lo marginal y en algún momento quisimos que esto apareciera claramente. Pero luego descubrimos que eso indudablemente se ve en su historia sin que fuera necesario que lo resaltáramos. Que el lenguaje teatral debía seguir siendo el foco. Pero, sobre todo, nos interesaba respetar la mirada de Mildred Burton sobre su propia vida. Y a su vez esa mirada tamizada por la nuestra, que convierte eso en un material teatral en el que todo el tiempo resaltamos el artificio en lugar de profundizar la confusión."

LA CONSIGNA DE TELLAS
 
El director debe elegir a una persona argentina viva y, junto con un autor, transformar su historia de vida en material de trabajo dramático. Pueden escoger distintos tipos de vidas, desde personas públicas hasta existencias completamente anónimas, desde sujetos particulares hasta representantes de mundos que les interese explorar. La condición de que el sujeto elegido esté vivo permite que el director pueda trabajar con él en persona, conocer su historia de primera mano.

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