miércoles, octubre 06, 2010

Las inquietantes fotopinturas de Klemm

CULTURA / ESPECTACULOS › "EL BANQUETE TELEMATICO DE LA PINTURA" EN EL CASTAGANINO + MACRO DE ROSARIO


 Por Beatriz Vignoli

Inquietante: así es la muestra de Federico Klemm que hasta fin de mes puede visitarse en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Oroño y el río). Es mucho más desestabilizadora aún que la hermosa galería de retratos o conmovedora elegía barroca en imágenes que es la sala central del Castagnino (Oroño y Pellegrini). Es una producción local, realizada en colaboración con co-curadores de Buenos Aires y aportes de material de la Fundación Klemm.
En el Castagnino se puede ver a un Klemm modelo y musa, ofrendándose a la contemplación de toda una corte de artistas amigos, luchando contra la tiranía del tiempo hasta el último aliento y conservando hasta el fin, si no su deslumbrante belleza juvenil, al menos una inquebrantable gallardía. La vanidad o vanitas, aquel pecado de los antiguos, se asemeja en estos retratos de fin de siglo a lo que es para los hombres y mujeres del siglo XXI: un asunto muy serio. El drama barroco que se ve en el Castagnino es el de Klemm objeto de la mirada, activo y creador, actor elegante, seductor en todas las edades de su rostro. Y también un excelente paseo por estilos del arte argentino de la segunda mitad del siglo XX, en particular el pop de Delia Cancela, Edgardo Giménez y Silvina Benguria. Se lucen los delicados dibujos de Mildred Burton o Mariette Lydys y las impactantes fotos de Humberto Rivas o Marcos López.
Lo del Macro es mayor desafío. Trabajar su elusiva figura de artista inclasificable e histriónico divulgador del arte desde el "reconocimiento a artistas y obras que son resistidas o prejuiciados, situándose en lugares límite, en bordes difíciles de abordar", es lo que se propuso respecto de Klemm el curador Roberto Echen, subdirector artístico del Castagnino+Macro. Es de una cierta sensatez la cautela de este discurso curatorial "borde", bastante más prudente que aquellas sospechosas apologías de Carlos Espartaco, fragmentos significativos de las cuales se incluyen en la muestra: Espartaco habla por ejemplo de "la subjetividad absolutizada" de Klemm, frase que lo define con bastante felicidad. Presentar "el caso Klemm", en toda la amplitud probatoria de sus evidencias y con la mayor objetividad posible: eso es lo que logra esta exposición a través de un montaje sobrio e impecable.
Ya lo suficientemente ígneo es el material presentado. En la planta baja recibe al público un afiche del artista inclinado sobre el féretro de su madre, con una calidad de vestuario, una iluminación y unos ademanes de pasión dignos de una escena de ópera, pero... ¿la escena es verdad, el dolor es real? Frente a ella, en una vitrina, un traje de luces dedicado de puño y letra por Klemm a Rudolf Nureyev lleva cosida una foto del bailarín. ¿Quién fue este hombre, que se emparienta con un artista admirado y teatraliza el que debe haber sido el momento más penoso de su vida? En el séptimo piso, se ven los backlights de su "sala Venecia" y el traje Versace de cuero de víbora con el que posó para el retrato de Rómulo Macció de 1994 que puede verse en el Castagnino. Con tiempo, es posible sentarse a ver el falso documental en el que Klemm, teletransportado por la magia del fondo verde a los escenarios de la pasión y muerte de Vincent Van Gogh, hace una encendida y por momentos incoherente defensa del "suicidado de la sociedad", citando a Antonin Artaud en una hagiografía de mártir que trasluce su identificación.
Si hay una muestra que Susan Sontag tendría que haber visto para fundamentar su teoría del camp, es ésta. El exceso define al camp. Y en esta muestra se materializa lo que inquieta de tal definición por el exceso: ese poder del concepto de "objeto camp" para infundir a todo artista o crítico el terror de pensar cuánto de lo que constituye a una obra supuestamente fallida y a un autor caído en el ridículo no es acaso una posibilidad inmediata en cada artista aceptado por el sistema y en cada obra reconocida como arte. Haciendo relativa abstracción de la valoración estética, Echen y equipo parecen centrar inteligentemente su eje curatorial en esta cuestión de cómo la vida y obra de Klemm (indisolubles, además, entre sí) son capaces de inquietar los límites de la institución arte: ya es bastante con mostrar la obra en las mejores condiciones posibles y dejar que el espectador saque sus propias conclusiones. Y el espectador sigue siendo cruel: una chica estalló en carcajadas al reconocer en Ultima transfiguración a Mirtha Legrand.
Si el Klemm barroco triunfa, el neoclásico fracasa. Lo que le da una leve respetabilidad a toda la propuesta expresiva de Klemm es su coherencia semiótica "mítica", fundamentada en una visión trascendente donde el yo del artista ocupa el lugar central de su mundo espiritual. Klemm se apropia de la imaginería religiosa de la pintura occidental y la traduce a fotomontajes fronterizos, torpes pero intensos, en los que despliega lo que el crítico Donald Kuspit llamaría su grandiosidad narcisista. En las Mitologías del primer piso se puede observar un primer retablo de su Pasión: Ultima cena (1991); Resurrección (1994), y La crucifixión (1996). En estos avatares del héroe, el autor ocupa el lugar de Cristo y su madre el de la Virgen María. Federico y su mamá miran a la cámara. Cabe pensar que si el ego de Klemm hubiera podido ser socializado en vida, habría dado narcisismo primario a toda la República Popular China. Pero hay tal mezcla de ternura y convicción en sus miradas que lo humano del autor se transparenta y conmueve.
En el segundo piso siguen los mitos: Adán y Eva (1995), Narciso y Afrodita (1994), Sansón y Dalila (1994), La Venus de Apolo y Dionisio (1995), con representaciones poco felices. Se destacan en el tercero unos retratos de la madre del artista: Mi madre en las rocas (1992) y el majestuoso Cristales de Moravia (1994), donde la bella mujer asume un rol demiúrgico. Se agradece la llegada del collage digital a partir del cuarto piso, que despliega unos dúos homoeróticos inspirados en la traición de Judas y la duda de Tomás, donde cabe resaltar por su síntesis al titulado Heridas y secuelas III (2000). Los modelos anónimos que hacen de mendigos en Ultima transfiguración (2000) se repiten en La mirada y su rotación (2000) y, tras un olvidable quinto piso que reitera el motivo de Sansón, el sexto ofrece una entrañable galería de retratos de amigos, realizados a comienzos de los años noventa, donde sorprende por su cualidad onírica el de Mildred Burton y por su raro hieratismo intimista el de Jorge Romero Brest. El de estos retratos es el mundo cortesano porteño de los vernissages de los tiempos de la pizza con champagne. Y, por supuesto, el Autorretrato (1990) es el mejor.
Entre los fuertes gestos de la planta baja y el enloquecido discurso del séptimo piso, se tensa así un arco de "fotopinturas" de Klemm que son asombrosamente coherentes con los mismos. Y que desde el punto de vista estético y el técnico, independientemente de su despliegue de producción (modelos en estudio, gran formato, trucos digitales astutos o no tanto), configuran un arte al que no cabe calificar en general sino de fallido. Es demasiado evidente la contradicción entre los modelos mitológicos del período manierista de la historia del arte a los cuales con grandes ambiciones artísticas apela Klemm y la tosquedad (modelos contemporáneos "perfectos" en gestos rígidamente teatrales, reiteración de tríos de figuras, seres gratuitamente voladores, fallas técnicas, caprichosas composiciones de desnudos) con que resuelve cada trabajo. Y sin embargo, a la luz de obras más recientes (es imposible no pensar en los videos deliberadamente bizarros de Mauro Guzmán, que de algún modo "formatean" la visión de Klemm hoy), la de Klemm vale, si no artísticamente por sus logros, teórica y críticamente por sus fracasos, que orientan la reflexión hacia la fragilidad de los límites del arte. O sea: el que se crea libre del ridículo, que arroje la primera piedra.

jueves, septiembre 09, 2010

Arte burtoniano en el subte B

En la estación Dorrego de la línea B de subterráneo, el andén norte está acaparado por la obra A 3 niñas argentinas inmoladas: Gimena Hernández, Nair Mostafá y María Soledad Morales de Mildred Burton.


La obra data de 1991 y es un mural cerámico, de 500 x 120 cm.





El mural contó con la colaboración de A. Passolini y S. Sundblad. 

lunes, agosto 30, 2010

Dos años

Hoy se cumplen dos años del fallecimiento de Mildred Burton. Aquí va un pequeño homenaje con algunas obras de algunos de sus artistas favoritos: Maria Callas, Max Ernst y René Magritte. 



lunes, julio 19, 2010

EL LITORAL.COM

Edición del Lunes 19 de julio de 2010

“ENTRE PINTURAS Y DIBUJOS” EN EL SOR JOSEFA

La simpleza de la maestría a disposición de los chicos

Porque mirar no es lo mismo que ver, el profesor Domingo Sahda genera este espacio de aprendizaje para los chicos. Por primera vez en el museo, ellos se dejan llevar por el mundo de las formas.

ANA LAURA FERTONANI

fertonani@ellitoral.com

Coco es Domingo Sahda, el señor mayor de bigotes que los recibe en la puerta del museo con la seriedad del caso y les demanda un compromiso. Del otro lado hay niños y docentes y algunos padres, un contingente que viene de un barrio marginal del norte de la ciudad, que en plenas vacaciones se encuentran en la escuela para comer, y que por primera vez entran a un museo.

Adentro: los dibujos, las pinturas, grabados y esculturas de grandes maestros. Raúl Soldi, Quinquela Martín, Leónidas Gambartes, Mildred Burton, Augusto Schiavoni, Carlos Uriarte, Cleto Ciochini, Julio Vanzo, Raúl Schurjin, Ludovico Paganini, Oscar Herrero Miranda, Carlos Páez Vilaró, Ernesto Fertonani, Fabricio Fernandino y Nicolás Rubió son sólo algunos de los creadores de esas obras, patrimonio del Museo.

“Forma parte del trabajo de la gente del museo que, con el tino y el sentido común, ha ido seleccionando una muestra que reúne dibujos, pinturas, grabados y esculturas, una interesante colección, no sólo está destinada a estas actividades, sino para el usufructo de toda la comunidad. No hay cuestiones excesivamente complejas o agresivas o que requieren una disponibilidad especial, tienen la simpleza de la maestría”. Sahda habla de la selección de obras que integran la muestra “Entre pinturas y dibujos”, en el Sor Josefa Díaz y Clucellas (San Martín 2068).

HORIZONTES

Los chicos entraron y ahí, envueltos un poco por la curiosidad y otras sensaciones, se engancharon con la propuesta y se animaron a responder a los interrogatorios del profesor y crítico de arte. Primero, vieron los retratos y las miradas pintadas que se cruzaban con las que las miraban; conocieron un collage, las distintas pinturas, los colores saturados, el proceso de los grabados, las diferencias de luces que habitan entre un marco y otro. Sobre cada horizonte, Sahda los intentaba llevar sólo con la mirada, simplemente depositando la mirada ahí, sobre la nueva superficie.

Coco está concretando esta labor en el museo municipal porque lo propuso. “Esto de algún modo repite lo que empecé a hacer en el Museo Provincial Rosa Galisteo en el 2008... Damos por supuesto -erróneamente- que ver y mirar es lo mismo, que discriminar es un proceso de la mirada que deambula circunstancialmente. Uno enseña a mirar, reconocer, comparar, asimilar, relacionar; en el mundo de la cultura de la imagen no trabajar sistemáticamente esos aprendizajes es no darse cuenta en el tiempo en el que se está viviendo”, habla Sahda.

“En el trabajo con los chicos empleo la mirada como vínculo de reconocimiento y apropiación del mundo, es el objetivo”, fundamenta.

“Esta experiencia, que es una cuestión vocacional, me interesa profundamente no sólo por la formación de recursos humanos, la calificación de los mismos, sino por el mejor empleo de los sentidos: para que cada quien se dé cuenta dónde está parado y qué cosa tiene enfrente. No hay imágenes inocentes, las imágenes nos manipulan. Enseñar a detectarlas, enseñar a apropiarse de ellas, creo que vale la pena como proposición formadora de ciudadanos.

“A mí me sirve como proceso de enriquecimiento acerca de la condición humana, y supongo que a ellos les sirve como descubrimiento de su potencial, aunque sea intuitivamente, y a muchas maestras me permito mostrarles que con pocas cosas, con el interés manifiesto, uno puede lograr grandes cosas”, remata Sahda.

Al final, todos tuvieron hojas y lápices. Los más chicos se sentaron frente a la obra que eligieron y la copiaron; los más grandes debieron escribir diez líneas de lo que veían. Con mucha timidez, al principio, y luego, más cómodos, se tiraron sobre el piso del museo para dejarse ir por las definiciones propuestas por las líneas.
La simpleza de la maestría a disposición de los chicos

Primero, vieron los retratos y las miradas pintadas que se cruzaban con las que las miraban; conocieron un collage, las distintas pinturas, los colores saturados, el proceso de los grabados, las diferencias de luces que habitan entre un marco y otro.

Foto: LUIS CETRARO


/// EL DATO

VISITAS

Durante la muestra se realizan visitas guiadas, coordinadas por Sahda, con estrategias especialmente pensadas para las distintas edades e intereses. Los días y horarios de las actividades para chicos son de lunes a viernes a las 9.30 y 15, a partir del lunes y hasta el 6 de agosto inclusive.

Vale destacar que el Proyecto Aula Ciudad, impulsado desde la Secretaría de Cultura del gobierno de la ciudad, participa de esta actividad a través de la difusión e inscripción de grupos de chicos a las visitas guiadas y talleres durante el tiempo de vacaciones y con grupos escolares, al retomar las clases.

Para más información o reservas de turnos se sugiere comunicarse al 457-1512 o enviar un correo electrónico a proyeccioncultural@santafeciudad.gov.ar.