viernes, octubre 07, 2011

El pintor sobrio del barrio de La Boca

Una nota publicada en Perfil en octubre de 2009, que menciona a Mildred.

exposicion

Hasta el 29 de noviembre el Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín de la Boca exhibe una muestra que recorre la obra del artista plástico Fortunato Lacámera, destacado exponente de la Escuela de La Boca. La exposición reúne 60 obras que muestran los distintos momentos creativos en la vida del artista.

Por M.U.


En exhibición. Contraluz, 1948, es un óleo sobre madera.

La Boca es un barrio que siempre ha tenido un poderoso influjo sobre los artistas plásticos. Desde el emblemático Quinquela Martín hasta la inclasificable Mildred Burton, muchos fueron los creadores que lo eligieron como lugar en el mundo y como inspirador de su obra. Entre la larguísima lista de artistas “boquenses” destaca la figura de un hijo pródigo del barrio, Fortunato Lacámera, que nació y murió en ese laberinto de coloridos conventillos que conforma uno de los escenarios referenciales de la identidad porteña.
En estos días Lacámera está siendo objeto de una muestra-homenaje organizada conjuntamente por el Museo de Bellas Artes de la Boca, Benito Quinquela Martín, y la Fundación OSDE. Titulada Fortunato Lacámera. Itinerario hacia la esencialidad plástica, la exposición, que se extiende hasta el 29 de noviembre, reúne más de 60 obras que establecen un completo recorrido por sus distintas etapas creativas.
Pintor sobrio, que se sale de la paleta brillante característica de los artistas de La Boca, Lacámera (1887-1951) focaliza su estilo en lo sencillo, en elementos que surgen de la observación de la realidad. Plasma en sus pinturas imágenes de lo cotidiano, a las que siempre logra dotar de una poesía que lo aleja del mero registro documental, utilizando para ello una paleta de tonos bajos, abundantes claroscuros y formas sintéticas.
Desde su estudio con balcón hacia el viejo embarcadero, Lacámera retrató un mundo interior que estaba íntimamente asociado con la geografía de su barrio. Muestran esta manera de entender el arte obras como Interiores, Marinas, Paisajes urbanos y Naturalezas muertas, que conforman los puntos más altos de esta exposición que se organiza a través de momentos fundamentales de la producción de Lacámera: las primeras obras y el entorno anarquista, el final de la década del 20, su período más personal e introspectivo, el punto de inflexión en los años 30 y la influencia del novecento italiano, para finalmente centrarse en su última producción, marcada por los primeros paisajes de la rivera de Quilmes y de Isla Maciel.
Lacámera fue uno de los principales exponentes de la llamada Escuela de La Boca, un grupo de artistas que descubrió el poderoso filón pictórico que albergaba el barrio, con sus angostas calles desniveladas, las construcciones de chapa y madera siempre coloridas, los barcos y botes del puerto y sus trabajadores. Discípulo del italiano Alfredo Lazzari, que se instaló allí en 1897, y compañero de viaje de Victorica, Quinquela, Daneri y Cúnsolo. Lacámera ocupa un lugar clave en la historia del arte argentino y la impronta de su estilo se reconoce en reflexiones de la obra de artistas de generaciones posteriores, como Pablo Suárez, Fermín Eguía o Juan Pablo Renzi.


Fortunato Lacámera

Hasta el 29 de noviembre.
Museo de Bellas Artes de la Boca
Av. Pedro de Mendoza 1835.
Martes a viernes de 10 a 18. Sábados y domingos de 11 a 18.

domingo, junio 26, 2011

Un tesoro en el sótano (La Nación)

Bajo el microcentro porteño, en la Fundación Klemm, un centenar de obras espera al público

Viernes 10 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa

 
 
Un tesoro en el sótano
Vista de la sala de la Fundación Klemm, con varias obras de Andy Warhol y otros importantes artistas de su colección.  / FOTOS GENTILEZA FUNDACIÓN KLEMMVer más fotos
Por Julio Sanchez

Para LA NACION

Salís del subte, bajás a este sótano y mirá lo que te encontrás: Magritte, Dalí, Picasso, De Chirico, Jeff Koons, Nan Goldin y Robert Mapplethorpe", dice con entusiasmo Fernando Ezpeleta, gerente cultural, junto con Valeria Fiterman, de la Fundación Federico Jorge Klemm. Desde hace unas semanas, cinco de las seis salas de este "sótano" de Plaza San Martín fueron remozadas por el arquitecto Gustavo Vázquez Ocampo, que rearmó el guión curatorial y sumó color al espacio.
¿De qué colección estamos hablando? "De la de un artista -continúa Ezpeleta-. Federico compraba lo que le gustaba, lo que le apasionaba, nunca trajo algo especulando con su valor."
Efectivamente, el recordado y querido Federico había hecho de su vida una performance continua. Era notable entre sus amigos del arte que asistían a las inolvidables fiestas de cumpleaños con shows de ópera a su cargo, leopardos vivos y musculosos performers . Su popularidad dio un salto cuantitativo con su programa de televisión, sus diálogos con el intrincado crítico de arte Carlos Espartaco, tan desopilantes como agudos, y sus simpáticos "furcios" repetidos una y otra vez en los informes televisivos.
Klemm recibió su primera obra de manos de Rosita, su venerada madre, quien le llevó una obra de Ernesto Deira para reconfortar los días de un Federico niño y convaleciente. De ahí en más, siguiendo la tradición de una familia centroeuropea cultivada y económicamente sólida, Federico no paró de comprar como un verdadero mecenas. Es decir, pagando un precio justo y sin presionar con el prestigio de su colección. Después de su muerte, en 2002, el acervo siguió creciendo con un premio adquisición por año.
¿Cuál es el guión diseñado por Vázquez Ocampo? Ante todo, cada sala tiene una pared o dos pintadas de un color potente, surgido a partir del color dominante de una obra; el resto de las paredes son blancas. La primera sala está dedicada a los retratos que Klemm le encargó al grupo Mondongo, Silvina Benguria, Rómulo Macció, Delia Cancela, Mildred Burton, las fotos de Humberto Rivas y Marcos López, y un autorretrato de Federico.
La segunda sala tiene obras surrealistas y de vanguardias históricas: Giorgio De Chirico, René Magritte, Salvador Dalí, Yves Tanguy, Pablo Picasso, Roberto Aizenberg. En el siguiente espacio se destacan maestros argentinos de la neofiguración: Antonio Berni, una escultura notable de Libero Badii y artistas internacionales como Willem de Kooning.
El estallido pop, equilibrado por una pared gris, copa la sala siguiente; hay obras de Andy Warhol (varias, ya que Federico lo consideraba su ídolo), Roy Lichtenstein y Tom Wesselmann; del nouveau realism francés están Arman e Yves Klein. Los destacados: una pareja desnuda y acostada del hiperrealista John de Andrea y un traje de fieltro de Joseph Beuys. El rojo de las fotos de Andrés Serrano domina el espacio siguiente, dedicado a la fotografía: Robert Mapplethorpe (ediciones vintage y firmadas por su autor), Nan Goldin, Richard Avedon, Man Ray y Oscar Bony, entre otros.
Por último, donde antes estaban las fotos de Federico hay pinturas de Guillermo Kuitca (raro autorretrato de cuando tenía 26 años), una escultura de Pablo Suárez (un perrito descansando en una caja de cartón); un Basquiat, dos fotos de Pierre et Gilles, una escultura de acero de Jeff Koons y obras de los representantes de la transvanguardia italiana -como Carlo Maria Mariani y Sandro Chia- que lideró en los años ochenta el crítico Achille Bonito Oliva, autor de El banquete telemático de la pintura , ensayo sobre la obra de Federico.
Hay un centenar de obras colgadas aquí. La entrada es libre y gratuita, al igual que los dos seminarios anuales que se dictan sobre temas de arte contemporáneo.
Ficha. Obras de la colección de la Fundación Klemm (Marcelo T. de Alvear 626), hasta fin de año.

miércoles, abril 06, 2011

Interesante mención a Mildred Burton

En el marco del Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional, el filósofo Tomás Abraham publica sus impresiones al respecto de la muestra en el Diario Perfil y, cuanto menos, resultan curiosas. Y en medio de sus opiniones, menciona a Mildred Burton, junto a una pareja de nombres bien interesantes. Para entretenerse:

Domingo 27 de marzo de 2011

Política

El filósofo Tomas Abraham fue al Palais de Glace

Muestra peronista: disparen sobre el gorila

Imperdible recorrido por una virtual kermés oficial pomposamente titulada Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional. Falsos mitos, decadencia e impostación berreta.

Por Tomás Abraham


El martes a las 16 hs, con 34 grados de sensación térmica, fui al Palais de Glace a la muestra Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional. Es una idea de Enrique Albistur con la coordinación de Julieta Albistur y la asesoría de Pacho O’Donnell, Norberto Galasso y Jorge Coscia. Me habían dicho que era una muestra que evocaba a la cultura de Berlín de los años 30. Epoca pujante y rica en novedades artísticas, científicas y filosóficas, además de sorprendentes cambios políticos. La gente se asusta rápido.
Fui predispuesto a tomar distancia respecto de cierta “sensación” de fascismo que repercute últimamente en espíritus liberales. Me hablaron con espanto de un juego en el que se debía dispararle a un gorila. Fue lo mejor. Le arrojé diez veces una pelota al pecho del gorila y le emboqué ocho. Una perfomance envidiable hasta para un Guillermo Tell. Debo admitir que el objetivo estaba dispuesto para tiradores inexpertos.
Terrible y frustrante hubiera sido que el gorila alejado y convertido en un blanco móvil sorteara los disparos del pueblo argentino. Cada vez que le daba en el pecho salía de la pantalla un “AHHH” rojo, teñido de sangre, que certificaba mi puntería, expresaba el dolor del gorila y marcaba una cifra que, al irme, daba el resonante número 10.135. Deduzco que ya somos una decena de miles los que reventamos al gorila.
Podemos estar seguros de que, para esta muestra futurista, la idea de los responsables de este invento del pensamiento nacional era poner a Lilita Carrió en el prometedor espacio ocupado por el simio. Hubiera sido un golazo patriótico, pero sin duda era un riesgo inoportuno en momentos en que los medios monopólicos al servicio del neoliberalismo están al acecho del mínimo gesto del Gobierno para ensuciarlo ante la opinión pública.
Lamentablemente, el ambiente de kermés se limitó a ese jueguito. Puedo sumarle la gentileza de un par de señoritas que me ofrecieron unos anteojos para ingresar a una salita en la que podía apreciar el abrazo de Néstor y Cristina en 3D. No había nadie. Estaba solo. En realidad vi a una señora que daba vueltas por los cien afiches de la muestra. No hay mucho más en el convite. Se le suman un par de pantallas de televisión con documentos de Discépolo y otros, imágenes de Oesterheld y Carpani, palabras de Héctor Larrea, el anuncio de conferencias y películas que honran la memoria de Paco Urondo, Rodolfo Walsh, el padre Mugica y Ramón Carrillo.
Pero el evento tiene otro propósito. No se trata de mostrar una vez más lo que ya se vio innumerables veces sin sentido crítico y con una glosolalia resentida y oportunista, sino una invitación para coronar a Néstor y Cristina Kirchner como herederos y jefes de lo que bautizaron como pensamiento nacional, pensadores nacionales, luchadores nacionales, artistas nacionales, y de los que “concretaron su sueño”: Evita (1919-1952), Juan Domingo Perón (1895-1974) y Néstor Kirchner (1950-2010). No agregaron a Enrique Albistur porque es obvio que hace unos años que concreta sus sueños.
Yo no soy un pensador nacional, soy meramente argentino. Y por algún defecto que tengo –quizás un exceso de pelo en el pecho, pies que se parecen a mis manos y una afición a comer bananas mientras rujo y salto descontrolado en mi casa cuando la comida está fría–, de hacer una muestra cultural vernácula, se me habrían ocurrido presentar otros gloriosos nombres. De argentinos no nacionales como David Viñas, Martínez Estrada, Roberto Arlt, Fernando Fader, Astor Piazzola, Mildred Burton, Borges, Masotta, Halperín Donghi, Abelardo Castillo, Atahualpa Yupanqui, María Elena Walsh, César Aira, y otros creadores no nacionales y sí argentinos que admiro.
Esto no significa que no lea a Scalabrini, a Jauretche, a Puigrós y Abelardo Ramos. Los leo como también a Milcíades Peña, al padre Castellani, al padre Hernán Benitez, Ignacio Anzoátegui y Hugo Wast. El problema no son ellos, son éstos. El problema no son los de antes sino los de ahora. No los homenajeados sino los que homenajean. Un problema sin duda transitorio, ya que no creemos que serán objeto de honores similares por defender ellos también a la patria.

Gran DT. Hay una gran foto impresa en cartón con un equipo de fútbol con la camiseta argentina. Está formado por: Discépolo, Rodolfo Walsh, Perón, J.M. Rosa, Jauretche, Mugica, El Kadri, Ortega Peña, Urondo, Cooke y Néstor.
Me encanta el fútbol y armar equipos. Hace años escribí una nota en la que elegía un equipo con un planteo táctico 3-3-2-2. En el arco, John Casavettes o Alfredo Zitarrosa. Las líneas de tres: Fader, Monet y Turner; Nietzsche, R. Wagner y Artaud. Enganches: Mildred Burton y Foucault. María Callas y Fernando Pessoa de puntas. En el banco, Amalia Rodríguez, W. Gombrowicz, Bruno Schulz y Aristóteles. Para las giras, el jefe de la delegación era Bob Dylan. Director técnico: Francis Ford Coppola. Ayudante de campo: Federico Fellini. Preparador Físico: Woody Allen. Médico: Louis Ferdinand Céline. Kinesiólogo: Peter Sellers. Utilero: Jorge Luis Borges. Encargado de prensa: D.F. Sarmiento. Masajista: Ava Gardner. Intérprete de la masajista: Tomás Abraham.

Era un gran equipo. Hace más años aún, en la revista Babel, ante una requisitoria de escribir una prestigiosa nota sobre la cultura vienesa, propuse un equipo de temer bajo la dirección del entonces DT de la selección nacional, Carlos Salvador Bilardo. Un 4-4-2: Wittgenstein en el arco; Kokoschka, Berg, Schumpeter y Musil; Krauss, Zweig, Klimt y Otto Wagner; Freud con Herzl en la delantera. El ayudante de campo era un tal Adolfo del que me olvidé el apellido, pero no era Rodríguez Saá.
En fin, no hay como jugar a las figuritas para colaborar con el pensamiento nacional.
La idea de la muestra, de ésta y de las que armarán con todos los auspicios oficiales que haya, hoy gracias a Albistur, mañana gracias a Jaime, pasado mañana Moreno, pasado pasado por el mecenazgo de otro ser generoso, es la siguiente: el pensamiento nacional y los luchadores nacionales se jugaron la vida y el destino en la década del 70, cuando Albistur y compañeros eran jóvenes maravillosos.
Esta etapa de liberación nacional y popular fue abortada por el golpe militar genocida de 1976. No pudo renacer ni irrumpir en la escena nacional por culpa del europeísmo socialdemócrata del alfonsinismo. Cuando parecía despertarse ante la nueva aurora, gracias a los carapintadas primero y al Facundo emponchado y empatillado del ’89, el caudillo traiciona a la patria y la vende al neoliberalismo.
La lucha continúa. El vacío delarruista da por terminadas esas ínfulas socialdemócratas y, tras una serie de cabildeos, llega un salvador de la patria. Néstor, así nomás, un solo nombre, y Cristina, su abnegada compañera.
Néstor y Cristina son ungidos como los nuevos perones y evitas. Los demás son unos gorilas, cipayos, neoliberales, menemistas, nuevas derechas, procesistas. Y esto recién comienza. Es una oportunidad histórica. Toda una gesta nacional viene preparando el momento. ¿Será de liberación? ¿De quién? ¿De los chinos? ¿De Clarín? ¿De Macri? ¿De la Mesa de Enlace? ¿De Falcioni?
Nobel. Ustedes conocen al premio Nobel de Literatura, el anglohindocaribeño V.S. Naipaul. Es un gran escritor. Lástima que no lo invitaron a la Feria del Libro. Me imagino las cartas de protesta que hubiera motivado de parte de los defensores del modelo de embrutecimiento inclusivo. Y es un viajero. Escribió, además de sus novelas, libros sobre la India, los países musulmanes, sobre su recorrido por países africanos. Vino tres veces a la Argentina: en el ’72, el ’74 y el ’77. Tenía un gran amor “en” más que “por” esta tierra, una mujer que fue su amante argentina durante décadas. Sus observaciones fueron publicadas en su libro The return of Eva Perón. Habla de los autos asesinos al referirse a los Falcon. De la barbarie argentina.
En una nota escrita en La Nación por Rodolfo Rabanal a propósito del escritor recientemente premiado, cita a Naipaul: “Hace unos treinta años –dijo en Estocolmo cuando llegaba para recibir el máximo galardón literario– visité la Argentina. Era la época de la guerrilla. La gente esperaba que el viejo dictador Juan Domingo Perón volviera del exilio. El país estaba lleno de odio. Los peronistas aguardaban el retorno del líder para cobrarse viejas cuentas. Uno de ellos me dijo: ‘Hay una tortura buena y otra mala. La buena tortura es la que se aplica a los enemigos del pueblo; la mala es la que los enemigos del pueblo le aplican a uno’”. Sigue Naipaul: “No pude asistir a ningún debate verdadero, sólo había pasión y jerga política, una jerga mayormente importada de Europa. La jerga transforma la realidad en abstracción y, donde ella se impone, la gente se queda sin causas y entonces sólo existen los enemigos. Todavía hoy las pasiones prevalecen en la Argentina, aniquilando toda razón y estropeando la vida de personas, sin que ninguna solución aparezca a la vista”.
Esta nota se publicó el 20 de diciembre de 2001, en momentos en que el país explotaba una vez más. Han pasado diez años. La jerga continúa. Naipaul decía que le asombraba que en las puertas del cementerio de la Recoleta hubiera un par de hoteles alojamiento. Le parecía una vecindad curiosa.
También lo irritaba escuchar con frecuencia “se la metí bien en el culo” como canto de victoria. Lo dice con candor, ya que la sodomía es parte de los confesados encantos de su práctica erótica (de acuerdo a la biografía autorizada de Patrick French, The World is what it is), pero no soporta la “arrogancia” de la sodomía nacional. Una cosa es sodomizar y otra estar orgulloso de haber sodomizado.

Mitos. La gente de la cultura oficial difunde la idea de que los pueblos necesitan un mito. El que ahora se elabora es éste que unge a Néstor y Cristina como nuevos jefes espirituales de la nación. Esta muestra, pobre, aburrida, gris, mortuoria, vengativa, pecaminosa, es parte del intento de participar del relato mítico que legitime esta nueva fase de liberación.
Estamos acostumbrados a los mitos de fundación. El punto cero regenerativo es un lugar común repetido luego de cada una de las crisis nacionales. Pero estos mitos no son mitos, son sofismas culturosos para autocomplacerse en una lucha ficticia pero con efectos reales, nefastos.
Hacerle la guerra a Mitre, Roca, Sarmiento y Rivadavia en nombre de Néstor y Cristina es una bufonada. El relato puritano y maniqueo de la historia es para uso de dictaduras y sus comisarios culturales. A muchos de estos nuevos pensadores que evocan a los antiguos pensadores les encantaría una nueva tiranía, si es para el pueblo. Claro, para el pueblo de ellos. Es lo mismo de siempre. Lo de hace 35 años pero gastado, farsesco, inútil, berreta.
El desafío de la Argentina no es éste. Es el hambre. La falta de vivienda. La salud ausente. La gente dependiendo de dádivas. La marginalidad creciente. La violencia cotidiana. El narcotráfico. El atraso tecnológico. La corrupción sistémica. La juventud fuera del circuito educativo y laboral. La adolescencia sin instrucción. Los ejércitos privados. El arrasamiento salvaje de nuestros recursos naturales. La demolición de toda autoridad que no se presente como poder intimidatorio. ¿Sigo? Es decir, la sociedad.
Pero no les alcanza, quieren patria, y para eso necesitan traidores. Quien consiga un nuevo traidor es bienvenido. Esta no es una voluntad revolucionaria, lo fue en otras épocas, y para mal. Esto es reacción. La típica y auténtica derecha. La que se escuda detrás del clamor nacional contra lo “neocolonial”. Atraso. Decadencia. Impostación. Uso de los muertos para cubrir mediocridades de unos cuantos vivos.